sábado, 29 de noviembre de 2008

Fotos Udaipur


















2ª Etapa. Udaipur

Hemos amanecido muy temprano, a las seis de la mañana ya estamos levantados y con toda la ilusión del mundo por ver el amanecer.
El día despierta tranquilo, no hay viento, no hay nubes, a estas horas ni siquiera hace calor, parece que el tiempo se ha detenido.
La primera imagen que tenemos es la que percibimos desde la ventana de nuestra habitación. Estamos justo en frente de la ciudad antigua, solo el agua nos separa. El sol sale justo por detrás de ésta, por lo que nuestra visión de la ciudad se reduce a la silueta de las torres y cúpulas de los palacios sobre el fondo anaranjado-rosáceo del cielo.
La quietud es total, el graznido de los cuervos es lo único que nos recuerda que lo que tenemos ante nosotros es una visión real. Sacamos varias fotos desde la misma ventana mientras el cielo cambia a tonos de naranjas mas encendidos. La sensación allí es que parece que si cierras la ventana todo va a desaparecer.
Tras un rato contemplando una de las visiones mas bonitas que recuerdo. Nos empiezan a llegar unas voces a lo lejos, difíciles de comprender en su contenido, pero fácilmente identificables como enérgicas por su tono… ¡ah si, debe ser el rodaje de la película que nos comentaron anoche!
Sin perder un minuto nos cambiamos de ropa y bajamos a la terraza del hotel. En la zona de los ghats hay un ir y venir de personas, entre las que sobresalen las mujeres con sus coloridos saris. El director con su megáfono, no deja de dar órdenes para que entren los personajes, cambien los encuadres de cámara, etc.
Mientras yo me siento en la terraza aprovechando los primeros rayos de sol, aún benévolos, Raúl se interna en la multitud para captar imágenes del rodaje. Me acompañan un montón de ardillas que corretean por el suelo y trepan por los árboles, nunca las había tenido tan cerca.
Desde lo lejos, solo vislumbro un incesante ir y venir de personas: grupos de mujeres y niñas, los protagonistas (que mantienen cierta distancia con el resto y por eso son fácilmente identificables), Shadus, lavanderas, hombres aseándose… Poco a poco, mientras sigo la escena, me doy cuenta de que estos últimos no pertenecen a la película, simplemente realizan sus actividades cotidianas. ¡Es impresionante!
Desayunamos junto al lago y salimos, antes de que llegue Mahendra a recogernos, de nuevo hacia los Ghats. Nos explican que se han tomado un descanso en el rodaje para comer y ahora está todo mas despejado.
Mientras caminamos hacia las escalinatas, los integrantes del equipo de la película nos sonríen, nos saludan, nos dan la mano… Al llegar, me siento en un escalón, a una distancia prudencial de la gente para observar sus movimientos. Las dos mujeres lavanderas nos animan a acercarnos a ellas. Una vez allí nos explican como lavan la ropa: se moja en el lago, se pone en un poyete de piedra junto a los escalones, frota con una pastilla de jabón y se la golpea con una especie de mazo de madera para extraer la suciedad. Al lado, un niño se baña, ríe… Un grupo de hombres efectúa su aseo diario, se lavan, se limpian los dientes con el mismo agua del lago… Los Shadus, fumando, contemplan la escena sentados unos escalones mas arriba. La conversación con las mujeres continúa, me preguntan la edad, si trabajo y si tengo hijos.
Les digo que me esperen un momento, que vuelvo enseguida. Vuelvo al hotel lo más rápido posible y cojo dos barras de labios para ellas. Cuando vuelvo al lago y se las doy, me contestan con una sonrisa y un abrazo. Se ponen sobre la cabeza los recipientes donde trasladan la colada y vuelven a casa.
Entre tanto, son las 9 de la mañana. Mahendra, puntual, nos espera junto a su coche para comenzar el primer día de viaje junto a él. Salimos en dirección al “Jardín de las doncellas”. El trayecto nos sirve para contemplar la vida de día, un ir y venir incesante de vehículos se cruzan con nosotros. A veces sin prestar intención y otras tratando de avistar quien va en el interior del coche para cruzar una mirada y una sonrisa con nosotros.
Bordeamos el lago y paramos ante la entrada del parque. Esta primera no fue una visita especialmente destacable. Es un jardín del siglo XVIII del que disfrutaban en sus paseos las damas de la corte. Posee una fuente en su centro rodeada por esculturas de elefantes. Aquí, una vez mas, hay numerosas ardillas junto a nosotros. Al fondo del reciento había una especie de museo sin nada mencionable. Anduvimos un poco por allí y salimos.
En el exterior una niña mendiga se nos acerca, no creo que tuviese mas de 6 añitos, estaba sucia, vestida con harapos y nos pide dinero mientras su madre nos contempla en la distancia. Nos acercamos a un puesto cercano y le compramos unos paquetes de galletas. En lo que subimos de nuevo al coche y arrancamos la vemos, junto a varios niños mas, comiéndoselas.
Le comentamos a Mahendra la posibilidad de ir a ver los Cenotafios de Ahar y nos dice que si, que no hay ningún problema. Los cenotafios son unas construcciones de mármol erigidos como homenaje a los Maharajás de Mewar tras la muerte de estos.
En la puerta nos recibe un personaje, Ravi Kumar, que nos informa de que la entrada es gratuita y esta prohibido hacer fotos, pero que si queremos hacerlas deberemos dar una “compensación económica” al vigilante del recinto y no habrá mayor problema. Accedemos a la petición y pasamos.
Ya en el interior, Ravi nos explica que él ha heredado su profesión, ya que es una profesión familiar que se sucede de padres a hijos. Nos explica que el conjunto de cenotafios, unos 250, ha ido construyéndose paulatinamente a lo largo de 350 años Diecinueve de ellos pertenecen a Maharajás incinerados allí mismo.
Es en este punto cuando comprendemos la labor de nuestro guía, él esta allí porque es el incinerador actual en Udaipur. Nos explica que normalmente el funeral transcurre a lo largo de tres días, que es el tiempo que tarda en consumirse el cuerpo en la pira funeraria, generalmente realizada con bambú.
Las familias llevan al fallecido hasta allí y lo depositan en una plataforma de piedra destinada a tal uso. Una vez realizado el ceremonial de la cremación y encendida la pira funeraria, éstos se van dejando a Ravi a cargo del fallecido. En casa ponen una foto del mismo en una especie de altar en el que encienden velas, rezan y depositan ofrendas para asegurarle un camino seguro hasta su próxima reencarnación.
Una vez reducido a cenizas el cuerpo, se las entrega a los familiares para que las depositen o esparzan donde consideren oportuno.
Ravi continua la conversación con nosotros mientras paseamos entre los cenotafios. Nos sube al mas importante, el del Maharajá Amar Singh que reino entre 1597 y 1620. Allí nos enseña en su centro, bajo la enorme cúpula de mármol, un pequeño monumento erigido al acto llevado a cabo por las “sati”, esposas del Maharajá, a la muerte de éste.
Sati era la esposa de Shiva. Ésta, se convirtió para el hinduismo en “mujer honorable” cuando, a la muerte de su esposo, se inmoló arrojándose a la pira funeraria de éste.
Las doce mujeres de este Maharajá, y de muchos otros en la antigüedad, llevaron a cabo el mismo acto. Ravi nos explica que aunque hoy en día está prohibido, en aldeas recónditas sigue realizándose este ritual por parte de algunas mujeres.
En este punto pasamos a una conversación mas trivial y Ravi bromea diciéndonos: “Doce mujeres, doce problemas”.
Nos cuenta que está casado. Le preguntamos por su matrimonio y nos dice que es un “arrangement married”. El suyo es el tradicional matrimonio que se celebra en India tras el acuerdo de las familias dentro de una misma casta.
En él los novios no se conocen, normalmente, hasta el día de la boda. Cuando la familia de la novia cree encontrar al candidato para su hija, la madre va a casa del novio y pide referencias del chico. En el caso de Ravi, su suegra fue a su casa y la madre de éste le comentó que su hijo era buen chico, trabajador y que no se emborrachaba. Tras ello su madre fue a casa de la chica para comprobar que sabia cocinar y que mantenía la casa limpia y ordenada. Una vez realizadas las comprobaciones pertinentes por parte de las madres de ambas familias, llegan a un acuerdo respecto a la dote que la novia debe presentar a la familia del novio y se acude al Brahmán para que designe el día propicio en el que celebrar la ceremonia.
Ravi nos pregunta como es el matrimonio en España. Le explicamos que aquí cada uno elige libremente con quien va a casarse, sin intermediación de las familias. Su cara lo dice todo, no lo puede creer… tanta pesadumbre demuestra que le pregunto ¿Eres feliz? Me contesta: En un principio no, es duro porque no sabes nada de la otra persona, sus gustos, su manera de ser. Es necesario al menos seis meses para conocernos el uno al otro. Ahora si estoy contento con la esposa que me ha tocado.
La conversación deriva al tema de la dote. Me pregunta que qué aportó mi familia para mi. Cuando le digo que en España no existe esa costumbre vuelve su cara de incredulidad. Nos explica que, en su caso, al haber fallecido su padre él es el responsable de facilitar la dote a sus tres hermanas. Agobiado nos dice: Tres frigoríficos, tres cocinas, tres radios… mucho para una sola persona, muchas horas de trabajo para poderlo pagar.
Nos impactan muchísimo sus reacciones al conocer detalles de nuestra vida. Hablamos de lo que comen, de la cesta de la compra para un mes en su familia y en la nuestra, de un postre que su madre hace los domingos… Cuando comienza a decirme los ingredientes me doy cuenta que se refiere a lo que aquí conocemos como “arroz con leche” se apasiona cuando le ayudamos a enumerar todos los ingredientes y ve que coinciden.
Pasamos mas de una hora hablando con él en una conversación que recuerdo con mucho cariño. Nos dice que le ha encantado hablar con nosotros ya que por su condición de Shudra (miembro de la casta mas baja por estar en contacto con los cadáveres) la gente no quiere relacionarse con él. Si durante una ceremonia de cremación algún familiar del fallecido se roza con él corre a casa a lavarse para no convertirse en un ser impuro. Su mirada en este momento es de desesperación, se remanga la camisa y nos enseña su muñeca diciéndonos: ¿Por qué?... misma piel, misma sangre dentro de nosotros.
Terminamos la visita dándonos un abrazo, nos hacemos una fotos con el para enviárselas por correo y le damos una merecida propina para ayudarle.

Volvemos al coche y esta vez nos encaminamos al Palacio de la ciudad. Es el mayor de la región de Rajasthan. Se compone de varios patios y edificaciones de piedra coronadas por torres y cúpulas, levantadas a lo largo de los siglos por diversos Maharajás, que mantienen una unidad arquitectónica en su conjunto.
Se accede por la Puerta de Tripolia (año 1725) a un gran patio al que dan las terrazas de sus numerosos edificios. A la izquierda de este patio, se erige una arcada formada por siete arcos con vistas a la ciudad, que conmemoran las siete veces que los Maharajás repartieron su peso en oro entre su pueblo. En el interior del palacio pueden contemplarse diversas exposiciones de arte Rajasthani y utensilios de la época.
Prolongamos la visita durante unas tres o cuatro horas y a la salida realizamos las primeras compras en la zona de Lal Ghat. Tanto en la calle principal como en las adyacentes se enraciman numerosas tiendas con artesanos del cuero, papel, telas, joyeria, … un placer darse una vuelta entre ellos. Aunque cada uno intenta ofrecerte su mercancía lo hacen siempre con una sonrisa y mucho sentido del humor.
Bajamos por Battiyanni Chohtta Road al encuentro de Mahendra. En el camino, como ya es habitual, la gente nos detiene para hablar; vemos al primer elefante realizando trabajos de transporte en la calle, es una sensación indescriptible. Pese a la marea de gente a nuestro alrededor y el aspecto de las calles por las que transitamos, la sensación de seguridad entre esta gente es total.
Encontramos a Mahendra y nos lleva a la otra zona del Palacio, la ocupada por el Museo del Gobierno y por dos hoteles de lujo. Allí nos explica donde debemos coger el bote que nos lleve a través del lago a la isla de Jaghmandir. Para hacer tiempo caminamos por los patios de los palacios y nos invitan a entrar a los hoteles para contemplar la grandiosidad de su arquitectura. Como es lógico, ante tanto que ver, nos despistamos con la hora y perdemos nuestro barco. Salimos lo mas rápidamente que podemos en dirección al embarcadero con miedo de que no hayan mas, pero si, tenemos suerte y solo tenemos que esperar media hora.
Nos sentamos en una terraza sobre el lago, donde hay unas enormes mesas de piedra, que esta vacia. La calma es absoluta y las vistas sobre el lago al atardecer inolvidables. Tan solo nos acompaña, de nuevo, el graznido de los cuervos y, a lo lejos, un par de barcazas en el lago.
Al fin llega nuestro turno y embarcamos a la hora prevista. El paseo es precioso. Los edificios que componen el palacio reflejan el sol del atardecer y ahora son naranjas; a medida que nos alejamos de ellos y los podemos contemplar en su conjunto aumenta la sensación de irrealidad que ya hemos sentido antes.
Llegamos al Jaghmandir donde nos espera un palacio erigido en 1620 en el que, según dicen, el Emperador Sha Yahan se inspiró para construir posteriormente el Taj Mahal. La isla está flanqueada por una serie de elefantes de piedra y junto a ellos, en la terraza, nos tomamos un Banda (un batido de almendras) y contemplamos el atardecer y la iluminación de la ciudad de noche. Sacamos fotos y volvemos, solos en el bote, a reencontrarnos con Mahendra.

El calor y la humedad hacen que el día se vuelva agotador. Estamos muy cansados y le pedimos que nos deje en el hotel. Queremos volver a cenar allí para disfrutar por última vez de las vistas que nos ofrece.
Al llegar al hotel un chico nos invita a ver su tienda. Le decimos que después de la cena iríamos a dar un paseo por allí así que, tras terminar nos, internamos en la ciudad dando un paseo nocturno y ahí está esperándonos… ¡Como no!
La tienda en cuestión es una escuela-taller de miniaturas de pintura. Nos explican que tradicionalmente se pintaba en seda o en marfil, pero que actualmente está prohibido hacerlo en marfil y continúan desarrollando la técnica en plástico. La manera de hacerlo es con pinceles confeccionados con un solo pelo de ardilla. La precisión es importantísima puesto que es casi imposible corregir un trazo erróneo.
Nos sentamos y nos hace una demostración, nos enseña los pigmentos naturales antes de diluir y nos presenta diferentes trabajos. Mientras, un ratoncillo corretea entre nuestros pies, sinónimo de buena suerte según nos dicen todos rápidamente.
Compramos una miniatura y continuamos con él la conversación. Como ya nos ha sucedido antes, hablando de nuestras vidas, costumbres, etc. Nos lleva a la tienda aledaña, también de su familia, en la que se dedican a la venta de ropa. Tienen telares y nos enseñan diversas piezas encargadas por firmas comerciales ampliamente reconocidas en occidente por las que reciben una miseria de dinero.
Aunque hoy pensábamos acostarnos pronto para descansar, volvemos a pasar casi dos horas de conversación con estos chicos. Es tardísimo, así que volvemos al hotel con los cuerpos cansados pero con una sensación genial en el espíritu.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Fotos Mumbai-Udaipur

Mumbai, cercanias de la estación de tren del Aeropuerto






Tren al centro de Mumbai




Mumbai City









Udaipur. Vistas de la ciudad desde el Lago Pichola

miércoles, 19 de noviembre de 2008

1ª Etapa. Mumbai-Udaipur

Llegamos a Mumbai a las 6 de la mañana y pasamos con bastante facilidad los controles de inmigración.
Al recoger el equipaje, contemplamos la posibilidad de facturar las maletas en la misma Terminal donde nos encontramos (la Terminal Internacional) para el siguiente vuelo que tendríamos que coger, 12 horas mas tarde, destino Udaipur en la Terminal de vuelos Domésticos.
Aunque vista la organización que parece imperar (equipaje amontonado por el suelo sin ningún cuidado ni orden aparente) da un poco de miedo realizarlo con tanta antelación, al final nos decidimos a hacerlo ya que nos informan de que no hay consignas donde dejar las maletas y nuestro objetivo es aprovechar esas horas para ver algo del centro de la ciudad.
La facturación es rápida. Nos despedimos de nuestro equipaje, no sin cierta inquietud, y nos dirigimos a la sala de espera donde aguardar la llegada del autobús gratuito que lleva a la Terminal Domestica. Una vez allí, en teoría, estaremos a unos 10 o 15 minutos andando de la estación de tren.
La espera es larga, unos tres cuartos de hora en una sala donde van amontonándose pasajeros de todo tipo, turistas desorientados, viajeros locales,... Al fin llega el autobús, servicio del propio aeropuerto, y sorprende verlo: asientos rotos, cables por fuera, techo descolgado... Comenzábamos a cambiar la forma de pensar: ¡estamos en India! Mientras cumpla su función de llevarnos nada importa. Estamos empezando un viaje a un país muy diferente al nuestro y lo mejor es cambiar la mentalidad y adaptarse con rapidez a las nuevas condiciones.

El trayecto es corto, pero al ser nuestro primer contacto con el exterior comenzamos a verlo todo con fascinación...¿que nos esperará?
Bajamos del autobús y comienzan a ofrecernos medios de transporte alternativo: ¡Taxi! ¡Tuc, tuc! nos gritan desde sus vehículos. Hacemos caso omiso al ofrecimiento, nuestra idea es ir a pie hasta la estación de tren.

Previamente decidimos entrar en la Terminal Doméstica para cambiar dinero en la oficina de cambio. Antes de entrar al edificio hay policía pidiendo el pasaporte y la tarjeta de embarque. Cambiamos doscientos Euros por su equivalente en Rupias, un gran fajo de billetes, y nos disponemos a salir de nuevo al exterior. Al llegar al control de policía decimos que vamos a salir y nos dicen que no, que una vez que entras al Aeropuerto (ojo, no a las salas de embarque, sino al edificio en sí) no se puede salir. Le explicamos que solo entramos a cambiar el dinero porque nuestro vuelo no sale hasta once horas mas tarde y le sonreímos diciéndole que nos interesa salir a ver la ciudad. No se lo piensa, nos devuelve la sonrisa y nos deja salir.

Tratamos de orientarnos con un plano de nuestra guía de viaje, pero resulta inútil... ante nosotros se presentan innumerables calles sin nombre que hacen imposible la tarea. Lo más sencillo nos parece preguntar a los transeúntes e ir tomando referencias para poder deshacer el camino a la vuelta.
Comenzamos a preguntar y o no nos entienden o nos indican alguna dirección errónea, puesto que pasa el tiempo y seguimos sin dar con la estación. Aquí comenzamos a entender las advertencias que habíamos leído sobre que un hindú prefiere indicarte un camino incorrecto, antes que admitir que no conoce una dirección. Sentimos que debemos estar cerca, pero no damos con ella.
Es todo tan diferente para nosotros que en lugar de seguir únicamente en nuestro intento, de repente, comenzamos a relajarnos y a disfrutar del paseo que estamos dando, a ver las gentes, sus saludos y sonrisas, sus miradas escrutadoras, las casas, la vida en la calle, los saris, los carros, camiones, motos, animales... innumerables medios de transporte en un "ordenado" caos que nos imbuyen en una ciudad viva. Sentimos los aromas de la comida en la calle, el olor dulzón a basura, el de los excrementos de las vacas...
Sacamos la cámara y realizamos las primeras fotos y, con ella, la gente se nos empieza a acercar pidiéndonos un retrato. Todo es tan distinto... hay tanto que observar, que el tiempo parece dilatarse y casi sin darnos cuenta hemos conseguido llegar a la estación.

La estación, desde el exterior, no guarda parecido alguno con el estereotipo que tenemos fijado aquí. Solo recuerdo unas escaleras metálicas y unos tejadillos de chapa. Subimos y preguntamos dónde sacar los billetes. Un señor nos dice que es en otra zona...y nos pide que le sigamos. Deshacemos el camino, bajamos de nuevo a la calle y entramos por otra zona en la nos indica donde están las taquillas. Comenzamos a conocer la amabilidad hindú en la que no se pide nada a cambio...
Hacemos cola frente a la taquilla. Cuando por fin nos acercamos a la ventanilla se nos interponen delante otro futuros viajeros reclamando su billete. ¡Otro tópico del que estamos advertidos!... los hindúes tienden a saltarse su turno. Me espabilo, me meto delante de los siguientes que intentan pasarme y consigo nuestros billetes. No recuerdo el precio exacto, tal vez unos 40 céntimos de Euro por un viaje de tres cuartos de hora hasta el corazón de Mumbai. Andén 2, nos dicen.
Caminamos por la pasarela que nos llevará a nuestro tren y nos detenemos a observar las vías. Hay casas junto a ellas y lo que nos llama mas la atención es la cantidad de gente que a lo lejos se ve a los lados de las mismas, andando por ellas o cruzándolas. ¿Buscan algo?, nunca lo supe, pero me quedé con esa imagen en la memoria...

Nuestro tren se acerca bajamos la escalera a toda prisa y entramos. El vagón no tiene puertas. Todo el interior es de hierro pintado en un tono ocre-amarillo. Hay ventiladores en le techo y los asientos son corridos, de tres o cuatro plazas (en función de lo lleno que vaya el vagón, como pudimos comprobar más tarde) y enfrentados unos a otros.
Opuestamente a lo que aconsejaba nuestra guía de no coger el tren en hora punta debido a la gran cantidad de pasajeros que podríamos encontrar, el vagón donde nos encontramos va prácticamente vacío.
Nos sentamos junto a una de las ventanas. No tienen cristales pero si rejas. Comenzamos a ver la vida pasar...

De ese trayecto recuerdo la atención dividida entre el exterior y el interior del vagón. Por la ventana vemos la gente junto a las vías, trabajando, agachados buscando algo que desconocemos o simplemente viendo la vida pasar en cuclillas, la clásica postura india. A nuestro lado, el vagón empieza a llenarse de pasajeros que nos observan con la misma curiosidad que nosotros demostramos hacia ellos.
Un hombre entra cantando y nos pide una limosna. Minutos mas tarde entra un niño de unos 6 o 7 años que se pone a barrer el vagón con una escoba hecha de rastrojos. Tras limpiar un poco el suelo nos pide dinero, pero a los niños no se lo damos. En cambio le ofrecemos un bolígrafo que recoge con poco entusiasmo antes de bajarse del tren.

Los cuarenta y cinco minutos de viaje pasan rápido, estamos entrando en la Estación Churchgate.

Antes de salir al exterior, en el mismo andén al que llegamos, aprovechamos para sacar alguna foto de los trenes pero la policía de la estación nos dice que está prohibido hacer fotos y se aseguran de que borramos las que ya tenemos hechas… ¡una pena!

Salimos, plano en mano, destino a la Estación Chatrapati Shivaji (Estación Victoria). Por el camino nos entretenemos observando el ambiente de la calle, los característicos taxis negros de techo amarillo, los mercadillos callejeros de ropa y baratijas de Veer Nariman Rd. Cruzamos por el parque Oval Maidam y paramos frente al Tribunal Supremo. Es un edificio de piedra y ladrillo que destaca por su estilo neogótico. Nos llama la atención que pese a ser un edificio oficial, trasluce cierta dejadez en el mantenimiento tanto del propio edificio, como de sus jardines.

Continuamos el paseo por Dr Dadabhai Naoroji Rd. Aprovechamos la sombra de los soportales y caminamos bajo ellos entre tiendas que sacan sus productos a la propia acera. Aquí comenzamos a tener contacto con la gente de a pie. Nos saludan, miran con curiosidad la cámara de fotos.
Mientras, empezamos a darnos cuenta de la cantidad de cuervos que sobrevuelan las calles de Mumbai y picotean la basura acumulada en las esquinas. El olor es fuerte y se acrecienta con el calor, pero venimos mentalizados con lo que os encontraríamos y salvo en determinadas zonas en las que es más intenso, no es mayor problema.

En los alrededores de la Estación Victoria el tráfico es caótico. No se respeta a los pasos de peatones, apenas a los semáforos. Bullicio de viandantes y cláxones a partes iguales. Se amontonan motos, tuc-tucs, coches, camiones autobuses…
La Estación impone. Es un enorme edificio gótico de la época colonial que es Patrimonio de la Humanidad, repleto de grabados en piedra, torreones y cúpulas. Pasamos a su interior y durante un momento contemplamos el ir y venir de viajeros de los más diversos orígenes y apariencias.

Deshacemos nuestro camino y esta vez vamos en dirección a la costa con la idea de avistar el Mar Arábigo desde la Bahía de Back.
Nos cuesta cruzar una avenida en la que nadie cede el paso y al fin estamos en el paseo marítimo. Desde aquí tenemos una gran panorámica de las zonas de Chowpatty y Malabar Hill. A los pies del muro en el que nos sentamos no hay más que una barrera de tetrápodos a los que llega, mansamente, un agua de color amarronado.

Se nos acerca un lugareño y comienza a decirle algo a Raúl señalando su cara. No le entendemos, pero el nos hace gestos y nos apunta hacia su oreja. Llegamos a creer que puede tener algún tipo de bichito pegado, pero nada mas lejos de sus intenciones. Deducimos, al ver las pinzas de depilar que esconde en una de sus manos, que este singular personaje es un limpiador de orejas profesional que vaga por las calles prestando sus servicios en parques, paradas de autobús etc. Insiste, nos enseña un grupo de bastoncillos que empuña en su otra mano y nos dice “solo mirar, solo mirar”. Le decimos que no, pero hasta que no nos ponemos un poco serios no ceja en su intento por vernos las orejas… ¡alucinante!

Se hace la hora de volver a coger el tren y regresar al Aeropuerto.

Como es la primera parada de la línea, cogemos asiento, pero en un par de paradas más va lleno y con la gente con medio cuerpo fuera de las puertas.
Nos levantamos de nuestros sitios un par de paradas antes para ir cogiendo posición frente a la salida, ya que nos tememos que puede ser complicado abandonar el vagón en los pocos segundos que para el tren en cada estación.
Cuando llega el turno de bajarnos hay que hacerlo casi en marcha puesto que, en el andén, ya se amontona la gente que va a subir dispuesta a no ceder ni unos centímetros para que los que vamos a apearnos podamos hacerlo.

Logramos salir del vagón y dejamos que la gente comience a subir las escaleras hacia la salida. Nos quedamos rezagados para iniciar el ascenso con mas calma y aprovechar para sacar alguna foto.

El paseo hasta al aeropuerto ya lo deshacemos sin entretenernos. Una vez allí, procedemos a pasar los controles de seguridad antes del embarque.
Tenemos que depositar todos los objetos que llevamos en la cinta de los Rayos X y pasar por separado, hay un control para hombres y otro para mujeres, para que nos cacheen y pasen el detector de metales. Una vez superada la prueba nos ponen una etiqueta del control efectuado en cada objeto que portamos. Es muy importante que no quede nada sin su correspondiente etiqueta, puesto que sino no nos dejarán subir a bordo con dicho objeto.

Embarcamos destino Udaipur sin mayor problema. Es un viaje de aproximadamente hora y media de duración. Vemos el atardecer mientras sobrevolamos grandes extensiones de cultivo, ríos y lagos.

Bajamos del avión y nos dirigimos a recoger el equipaje rezando para que todo haya llegado. Minutos mas tarde vemos aparecer nuestra primera maleta y empezamos a darnos cuenta de que frente a la apariencia que la India muestra al viajero, su aparente caos oculta un sistema que, al menos en nuestro caso, ha funcionado perfectamente.

Antes de cruzar el umbral de la puerta al exterior creemos vislumbrar a Mahendra, nuestro conductor durante los próximos dieciséis días, con un cartel con nuestros nombres. Nos dirigimos rápidamente a él, le saludamos y nos sorprende hablándonos en un correcto español.

Subimos a su Ambassador y nos explica que el Aeropuerto se encuentra distanciado de la ciudad a unos veinte o veinticinco kilómetros. Se está poniendo el sol, pero aún llegamos a divisar el paisaje en la distancia y las primeras vacas en la carretera.
El trayecto transcurre rápido entre nuestras preguntas y sus explicaciones y entramos en Udaipur.

Si nos había sorprendido el tráfico de Mumbai en el que se respetaban, relativamente, los semáforos y las direcciones de circulación aquí, en Udaipur, nos vemos en medio de un cruce con coches, camiones, motos y animales en todas las direcciones posibles y sin orden alguno, ¡el coche está literalmente rodeado! No perdemos ojo de los que transcurre en el exterior.
Abandonamos las afueras de la ciudad, con calles mas amplias, para imbuirnos en un laberinto de callejuelas hacia nuestro hotel.

Prácticamente todas la viviendas tienen un comercio en su planta baja. Principalmente vemos tiendas de artesanía, de especias, de legumbres, de enseres y utensilios metálicos para cocinar… recuerdo especialmente una lavandería muy pequeñita desde la que su propietario me muestra una amplia sonrisa y me saluda, ¡es una sensación genial! Me faltan ojos para observar mi alrededor.

Llegamos al hotel Amet Haveli, un “Heritage hotel” ubicado en un edificio de 350 años de antigüedad a orillas del Lago Pichola. Estamos cansados del viaje y decidimos quedarnos ya alli para descansar. Quedamos con Mahendra para el día siguiente y subimos a la habitación.
Es amplia, muy limpia, con una ventana que da directamente al lago y a las vistas que desde él se tienen de la ciudad iluminada… ¡parece un cuento!

Bajamos a cenar al restaurante Ambrai, que forma parte del propio hotel. Se cena en una terraza encantadora, iluminada únicamente con velas, que está situada ante el mismo lago. Desde aquí, además de sobre la ciudad situada en la orilla oriental del lago, se tienen vistas de las islas Jagniwas y Jagmandir y sus respectivos palacios convertidos hoy en día en hoteles.

Este es el primer contacto con la gastronomía del país. Cenamos Vegetal Biryani (arroz con verduras), Tandoori chicken (pollo macerado en una salsa de yogurt y asado en un tandoori), garlic naan y cheese (pan típico de la India con ajo y queso) y helado de mango.

Después de la cena fuimos a dar un paseo al Hanuman Ghat. Los Ghat son escalinatas que descienden a lagos o ríos donde los hindúes realizan sus oraciones, se asean, lavan la ropa o, en poblaciones como Vanarassi, incineran a sus muertos.

Éste Ghat está situado, en la orilla opuesta del lago, frente al palacio de la ciudad. Allí nos encontramos con dos perros en busca de un poco de cariño y al cabo de un rato con dos chicos que, al vernos, se acercaron a hablar con nosotros.
Aquí empezamos a descubrir el carácter afable y curioso de los hindúes. Lo que empieza con un simple “hello” desemboca en una conversación en la que acaban contándote su vida y tu la tuya. Las costumbres de cada uno, de su país, su situación personal, el motivo de tu viaje… en definitiva, una conversación de casi hora y media y un rato muy agradable con ambos, en una escalinata sombría pero con unas vistas indescriptibles sobre la ciudad. Una buena manera de acabar el prime día de viaje.

Estamos de vuelta con una nueva etapa...

Tras este periodo de inactividad, volvemos con nuevas aportaciones.

Hace casi mes y medio que volvimos de nuestro viaje.

Ahora, mas sosegados y repasando las casi 4000 fotografías realizadas, "El sueño de India" deja atrás la etapa de "diario viajero" que fuimos realizando durante el recorrido y retomamos la escritura en este blog con un diario detallado de nuestras vivencias cotidianas.

Tras cada dia de viaje, incluiremos algunas de las tan ansiadas fotos.

Comenzamos hoy mismo con la primera etapa y un largo relato que esperamos os haga sentir un poquito alli....

martes, 4 de noviembre de 2008

Let's Do The Things We Normally Do...

Aqui os dejo un tema del nuevo album de Dido. Es una cancion fantastica cuyo video esta rodado en Mumbai, que la disfruteis.